miércoles, 15 de marzo de 2017

Máximas de Grice

Son cuatro principios pragmáticos establecidos por el filósofo inglés Paul Grice, y establecen un vínculo entre lo que se dice efectivamente y lo que se infiere de las palabras pronunciadas, es decir, entre lo que efectivamente decimos y lo que queremos decir.
Las máximas estructuran el denominado principio de cooperación , de acuerdo con el cual en los intercambios conversacionales se sigue la siguiente instrucción: “Adecue su contribución conversacional, en el estadio en que tenga lugar, a los requisitos que marque el propósito o la dirección del intercambio que usted sostenga”. Este principio es el fundamento del éxito de todo intercambio comunicativo. Los hablantes damos por supuesto que nuestros interlocutores son cooperativos, esto es, que siguen las normas que conforman cada una de las máximas.
De este modo, cuando mantenemos una conversación, cuando leemos un texto que alguien nos ha dirigido u oímos hablar a una persona, damos por sentado que nuestro interlocutor nos va a dar la información justa que necesitamos (máxima de cantidad), que esta será verdadera (máxima de calidad), relevante (máxima de pertinencia) y que será expuesta de manera clara y ordenada (máxima de modo).


Las cuatro máximas se desglosan a su vez en varias subcategorías:

Máxima de cantidad: Da la cantidad necesaria de información (ni más ni menos).

I. Da tanta información como sea precisa.
II. No des más información de la que sea necesaria.

 Máxima de calidad: Intenta que tu contribución sea verdadera

 III. No digas nada que creas que es falso
 IV. No digas nada si no tienes pruebas suficientes de su veracidad

 Máxima de pertinencia o relevancia

 V. Sé relevante (en función del tema tratado o el contexto donde se da la comunicación)

Máxima de modo o de manera: Sé perspicuo, es decir, claro

 VI. Evita la oscuridad en la expresión
 VII. Evita la ambigüedad
 VIII. Sé breve
 IX. Sé ordenado



 Transgredir las máximas

Si alguno de estos principios conversacionales se rompe, siguiendo el principio de cooperación, el hablante inferirá una información no explicitada: las máximas generan implicaturas. Así, cuando en una situación comunicativa, alguien dice una obviedad y su interlocutor dice “Vaya lince”, transgrediendo de este modo la máxima de calidad, se infiere que el hablante que empleó la palabra “lince” estaba siendo irónico. La ironía, pues, viola de modo explícito la máxima de calidad a fin de comunicar unos efectos expresivos concretos.

De manera similar, algunos chistes basados en juegos de palabras se saltan deliberadamente la máxima de modo para despertar, a partir del ingenio, la sonrisa del público:

 -¿Sabes cómo se llama la monja más fuerte del mundo?
 -No. -Sor Senéguer.

 -¿Qué? ¿Se suda?
 -Y tú cabezota.

De manera análoga, si alguien contesta a una pregunta nuestra de manera no pertinente, interpretaremos que del mensaje que nos transmite podemos entresacar la respuesta a nuestra pregunta. Por ejemplo, en un intercambio conversacional como el siguiente:

 -¿Qué hora es?
 -Tu madre acaba de llamar por teléfono la respuesta

 Tu madre acaba de llamar por teléfono no parece una respuesta pertinente para la pregunta previa. Ahora bien, si la madre del primer interlocutor siempre llama, pongamos, a las ocho de la noche, la respuesta cobra toda relevancia.

 En casos como los señalados, frecuentes en la conversación cotidiana, en los que se transgrede alguna de las máximas, se genera una implicatura conversacional que permite reinterpretar lo dicho y así obtener un nuevo contenido significativo que no entre en contradicción con el principio de cooperación. Es decir, las implicaturas permiten salvar la distancia que media entre lo que se dice y lo que se quiere decir. Si se infringe alguna de las máximas sin que subyazca intención comunicativa alguna, el hablante recibirá la sanción social correspondiente. Así, aquel que dé más información de la requerida, será considerado un charlatán. Aquel que, sabiéndolo, dé información que no sea cierta será tachado de mentiroso. A aquel que dice cosas que no vienen a cuento se le considerará inapropiado. Por último, de aquel que no es claro en su exposición diremos que no se le entiende.

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